La Ciudad Blanca [Arequipa, Perú]
- misdiariosdeviaje
- 27 may 2018
- 2 Min. de lectura
Martes 16 de Enero de 2018
(Arequipa, Perú)
Los 100 soles valieron mucho la pena. Después de tanta tensión, llegar a una cama doble plaza perfumada fue la gloria. Habitación individual con baño privado, TV con cable, desayuno y toallas. Si bien el precio había sido alto por una sola noche, resultó necesario.

Desperté con el cuerpo descansado con la idea de hacer el check out a las 10:30. Fui a desayunar un suntuoso desayuno que incluía fruta, café y panqueques con mermelada servido por una simpática cocinera peruana. Mi idea era salir en busca de otro hostel mas barato para pasar la siguiente noche.

Mientras disfrutaba de la vista del volcán Misti y recuperaba contacto con mis amigos por whats app, la encargada del hotel se me acercó y me aviso que ese desayuno no estaba incluido. Que el que venía con mi reserva era el de la mañana siguiente, es decir, tenía una noche más de hospedaje. La confusión surgía de mi llegada a las 4 A.M. Sin complicarme mucho acepte lo que decía la encargada y pagué gustoso los 8 soles que correspondían. En definitiva, dormiría dos noches por 100 soles con todo incluido. No parecía mal negocio.

Saludando mi suerte, me fui a recorrer el centro histórico. Sé poco de la historia de la ciudad, por lo que me deje impresionar por su monumental arquitectura. La plaza, las galerías de doble piso con sus arcos blancos y la soberbia Basílica Catedral de Arequipa me dejaron boquiabierto.

Caminé las calles y me empecé a familiarizar con el mundo peruano. Los autos siguen el paso frenético de su gente. Nadie parece tranquilo, rodos están apurados. Los vendedores ambulantes y los mozos de restaurantes se pelean para ofrecerte algo.

Comí en un delicado resto por unos 12 s/. el menú. Sopa de pollo (con fideos, papa y choclo) y de fondo (plato principal) cerdo asado con ensalada, papa y el infaltable arroz. Todo muy picante por lo que el jugo de manzana natural incluido se volvía indispensable.

Volví a las calles, la plaza y al Wayra sacando mis primeras conclusiones, quizás muy apresuradas. Los peruanos parecían ser un espejo de Bolivia en donde el consumo y la occidentalización le habían ganado al tradicionalismo de los bolivianos. El choque parecía fuerte por el momento. Sin dudas, de un lado y otro de la frontera se vivían realidades diferentes que forman parte de la identidad cultural de los pueblos.

Me fui al hotel a dormir una siesta con la amarga noticia de que la mitad de mis dólares no se podían cambiar por ser “demasiado viejos”. Si bien eran de los `80, nunca había recibido esa negativa. Compré mi boleto para Cusco en una casa de turismo en la plaza para el día siguiente. Debía retirarlo a las 18hs por la misma oficina.

Cuando volví a la cama sentí como la altura de Arequipa había jugado su partida sobre mi cuerpo. Cuando me levanté, traje mi ticket a Cusco y una pizza de la peatonal. Comí mirando un amargo partido entre San Lorenzo y Huracán en la tele de la habitación y trate de mantenerme despierto para adaptarme al nuevo horario. Aguante hasta las 22hs (las 00 de Buenos Aires). Satisfecho con Arequipa, descansé.
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