Por las Calles de Cusco [Cusco - Perú]
- misdiariosdeviaje
- 10 jun 2018
- 3 Min. de lectura
Jueves 18 de Enero, 2018
(Cusco, Perú)
Llegué a Cusco bajo una intensa lluvia después de escuchar durante dos horas un predicador que vendía, arriba del bus, productos naturales para limpiar el estómago. Cerca de las 6 A. M. llegué al Pirwa Hostel en donde me hospedé. Ya tenía una reserva realizada por mail así que fue todo muy sencillo. Me acosté unas horas para poder empezar a conocer la inmensa ciudad.

Abrir los ojos fue entrar en un laberinto de emociones sin fin ¡Por fin llegué al Cusco! Salí a caminar y cada calle, cada casa, cada iglesia era un retrato en sí mismo.
Las piedras Incas sobre las que se construyeron las casas coloniales de tejas le dan un marco único a la ciudad. Iba caminando maravillado. Tocaba las paredes y miraba todo a mí alrededor sin animarme a sacar fotos todavía. Pase por el Qoricancha y mis fibras de estudiante de historia se sensibilizaron completamente. La emoción me iba invadiendo.

Llegué por una callejuela a la Plaza de Armas. Todas las historias de las enciclopedias devoradas en mi infancia estaban de pie delante mío. No llegué a llorar, pero lo ameritaba la situación. Simplemente no pude. Reemplacé la lágrima por una sonrisa estúpida y la cámara de fotos.
Caminé por la plaza observando la arquitectura monumental. Pasando por una de las galerías me dejé seducir por el primer vendedor de una de las casas de turismo. Empecé a averiguar todo lo disponible para ver en el ombligo del mundo. Después de conocer todas las opciones, el joven que me atendió me acompaño a sacar el ticket para poder entrar a los sitios de la ciudad. Con mi libreta universitaria de la UBA pude pagar solo 70 soles por el tour completo.

Una vez conseguido el boleto, compré la excursión del “City Tour”. Me entregué a vivir como turista y valió muchísimo la pena. Nos reunimos en la plaza al mediodía con la guía turística que nos llevaría por los distintos sitios. Con una banderola azul y con el nombre “Chaskas” nos reconoceríamos en los concurridos espacios que recorreríamos. Mi primer amigo fue Filipe, un amistoso brasilero con el cual nos entendimos a pesar de mi precario portugués.
El primer lugar fue el Qoricancha, el antiguo centro ceremonial del mundo inca sobre el cual montaron una catedral dominica. A pesar de eso, se mantuvieron algunas de las viejas estructuras de los templos. En su interior reposaban las momias de los máximos regentes incas. Se sabe que estaba recubierto en láminas de oro y su arquitectura antisísmica lo hizo resistir los movimientos de la tierra durante siglos.

Nos subimos luego a un bus y comenzamos a recorrer los demás sitios de la zona rural del Cusco. El primero fue Q´engo en donde había una mesa de piedra. El segundo fue Saqsayhuaman que sirvió como última fortaleza en donde resistieron los ejércitos incaicos al avance de las huestes españolas. El famoso sitio del rayo de Santiago, era una planicie quebrada por una serie de muros en tres niveles realmente impresionantes.

Seguimos por Puka Pukara (una fortaleza Inca) y Tambomachay (lugar de descanso entre un punto y otro). Todos los sitios tienen su encanto pero, personalmente, me quedo con la fortaleza de Saqsayhuaman.

Volví al hostel por la noche con la promesa de ir a tomar un pisco con el amigo brasilero y dos chicas de Córdoba pero el sueño fue más fuerte. Las imágenes de templos, campos, chacras, fortalezas de piedras y momias me sedujeron en la mente. Descansé el cuerpo para el día siguiente que prometía un viaje por el Valle Sagrado.
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