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El Valle Sagrado de los Incas [Cusco - Perú]

  • misdiariosdeviaje
  • 6 ago 2018
  • 3 Min. de lectura

Viernes 19 de Enero, 2018

(Cusco, Perú)

Arrancamos el tour con la misma guía que el día anterior. El recorrido inicio en la plaza de armas y con todo el grupo nos dirigimos a unos buses estacionados fuera del casco histórico. Mis compañeros del día anterior ya no estaban, pero esta vez estreché lazos con una pareja de cuarentones mexicanos con muy buena onda.

Comenzamos el recorrido en un mercado de artesanos en las afueras de Cusco. El típico puesto montado para el turismo. Las contradicción de mostrar una cultura pre hispánica y ofrecer el pago con tarjeta de crédito fue una de las primeras cosas que me empezó a chocar. No tiene nada de malo en sí, pero la postura impostada es lo que me hacia ruido en el interior. Afuera del puesto la gente transcurría como en otra frecuencia, signada por una pobreza de recursos muy visible. Algunos prefieren llamar a la pobreza sencillez.

Después de dejar atrás aquel paraje del cual no nos dijeron ni el nombre, fuimos a Pisac. Una verdadera obra de ingeniería en un polo económico, social, militar y político que parece haber gozado de cierta preponderancia en la entrada de los antiguos Incas al Valle Sagrado. Me llené los ojos de los andenes de cultivo, que ya conocía de Bolivia pero que adquirían una magnitud y una prolijidad superior en Perú.

Más tarde visitamos una fábrica de joyas y alhajas en un pequeño paraje. Nuevamente me invadió ese sentimiento de mercantilización extrema. Una imagen me quedó grabada a fuego en la retina: una niña ofrecía ser fotografiada junto a su pequeña llama por los extranjeros que visitaban el paraje. La escena era triste. La rabia y la impotencia me invadían al ver esos ojos inocentes mendigando algún sol de los responsables de su miseria el resto del año.

Almorzamos en Urubamba. Nos ofrecían un servicio realmente caro en un restaurant orientado al turismo internacional. Por 50 soles ofrecían servicio de tenedor libre (podías elegir que comer y las veces que quieras). Preferí cruzar a un pequeño restaurante de pueblo donde comí un menú completo por unos 10 soles (escalope de trucha con arroz y verduras, junto con un vaso de chicha).

Llegamos por la tarde a Ollantaytambo, uno de los puntos que ansiaba conocer. Lamentablemente no tuve el tiempo que me hubiera gustado, pero para echar un vistazo del lugar bastaba. Subimos los 200 escalones entre los andenes de cultivo para llegar al Templo del Sol. Pude ver las llamadas colcas (almacenes de granos) empotrados sobre la montaña de enfrente y la roca llamada cara del inca. Me sentía en uno de esos sueños que uno tiene cuando planea el viaje.

Cerramos el tour en Chinchero. Conocimos los talleres textiles que todavía realizan sus tejidos con las técnicas milenarias y entre tanta mercancía orientada al turismo, me pude hacer una escapada a los jardines de la casa.


Allí tenían una llama atada y un pequeño altar con estatuillas dedicadas a las antiguas deidades. Me sacó una pequeña sonrisa, quizás comprendí que la estrategia de “venderse” al turismo era la única que les quedaba a aquellas mujeres dedicadas a la lana.

La tarde caía y una vez saciada la sed de consumo de mis compañeros y compañeras de tour, salimos camino al centro del pueblo. Con la noche a nuestras espaldas, comenzamos a subir las escaleras que conducían a la iglesia de Chinchero. La experiencia dentro de la iglesia fue reveladora y me permitió entender mucho de lo que pasaba en el exterior. La masacre, el sufrimiento de ese pueblo originario de la tierra tuvo sus secuelas, es inevitable. El sincretismo con la cultura hispana fue necesario para sobrevivir. La noche me regaló algunas de las mejores fotos que saqué.

La experiencia en el Valle Sagrado fue realmente mágica. Regresé a Cusco con los ojos llenos de imágenes y con la cabeza llena de aprendizajes. Mi cuerpo pedía más de Perú. Esa noche de vuelta en Cusco saqué mi tour a Machu Picchu para el día siguiente. El objetivo más importante de mi viaje estaba por llegar.


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El viajero anónimo

Hola soy Pablo y disfruto de andar viajando camuflado entre los demás, sin llamar la atención y retratando lo mejor de cada momento!

 

 

 

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