Invierno en Bariloche
- misdiariosdeviaje
- 29 jul 2018
- 3 Min. de lectura
Cortar la rutina en invierno y elegir un destino dentro de Argentina puede ser bastante difícil. Hay muchos lugares para recorrer pero creo que ninguno se acerca tanto a la perfección como Bariloche. Hice este viaje con Azul, mi compañera de rutas y de vida. Nos hospedamos en la antigua casa de mis primos, hoy de Micaela, que nos alojó como si fuéramos parte de la familia. Nos ubicamos en el Barrio El Cóndor, justo sobre la Terminal de Bariloche subiendo por una escalera de piedra. El viaje fue en bus desde Buenos Aires y tardó unas 24hs en llegar.

Durante estos días, hicimos varias actividades. Mi idea inicial de que con Bariloche bajo nieve no íbamos a poder salir demasiado se esfumó apenas pisamos la ciudad. El primer día visitamos el Cerro Catedral. Punto turístico por excelencia de la zona. Subimos con el colectivo 55B (Av. Bustillo) –existe el 55P que va por Av. Pioneros- desde la Terminal. El boleto nos costó $43 ARS y la frecuencia es de una hora.

El cerro tiene las pistas de ski más famosas de la Argentina. Como no somos esquiadores, nos contentamos con pasear por la base del cerro y visitar la Villa Catedral que se encuentra por detrás del centro comercial. Grandes casas nevadas nos fueron conduciendo hasta una solitaria capilla que miraba con melancolía el horizonte.

El segundo día llegó una intensa nevada. Decidimos recorrer el Circuito Chico bajo la magia blanca que caía del cielo. Tomamos el colectivo 20 a Llao Llao (43ARS) y nos lanzamos a la caminata. Por un camino que bordeaba la ruta y luego nos desviaba hacia un tupido bosque, fue que llegamos al lago Moreno y a sus miradores. Más adelante llegamos al lago Escondido, al Puente Romano y a villa Tacul. Caminar bajo la nieve fue una experiencia mágica que recomiendo a todo aquel que disfrute del deporte y la naturaleza.

El tercer día fue de descanso. Hicimos una incursión al Centro Cívico de Bariloche donde nos aprovisionamos de chocolates en las fabricas que venden sus productos sobre toda la calle Mitre. Terminamos el día cenando una pizza patagónica (trucha ahumada, rúcula, cherry, aceitunas negras) con las cervezas artesanales tan típicas de la ciudad.

Los días 4 y 5 se vieron frustrados por una intensa tormenta de aguanieve que, acompañada por el fuerte viento, nos obligaba a quedarnos calentitos en la casa. Pero por suerte el domingo salió el sol, lo que no impidió que la nieve quedara en el paisaje, y pudimos salir a disfrutar nuevamente de los encantos del paisaje.

Así fue como el sexto día lo dedicamos a Colonia Suiza. Un pequeño paraje que reposa sobre el lago Moreno y fue el lugar elegido por los peregrinos suizos que venían desde Chile a cultivar frutos en la tierra patagónica. La experiencia fue increíble. Las casitas con techo a dos aguas, la bondad de la gente, las delicias gastronómicas y la belleza del paisaje blanco, fueron el broche de oro para unas mini-vacaciones lejos del ruido de la gran ciudad.

El último día, antes de partir, nos abocamos a hacer compras para llevarnos un poco de Bariloche a nuestras casas y compartirlo en familia. Sin dudas la elección de este punto fue la correcta. Volver a la ciudad que tantas veces me alojó como un hijo mas, recorrer las calles acompañado y compartir de a dos las maravillas del paisaje, hicieron otra vez de Bariloche mi lugar en el mundo.
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